Dios nos da revelación de estrategias a seguir, dándonos las
herramientas necesarias, para que al bajar sepamos lo que debemos hacer, a
donde tenemos que ir, que tenemos que enfrentar, bajaremos del monte con la
autoridad y la unción de Dios, con su gracia y su favor. (Proverbios 3:5-8)
No importa cuanto cueste subir, la recompensa será grata, arriba está la respuesta. En el monte, Dios nos acoge, nos liberta, nos sana, nos limpia; y además, nos santifica, nos unge, nos levanta, nos da visión y un propósito, nos da dirección para cumplirlo, seremos transformados, porque hay un nivel espiritual alto y es ahí en donde a Dios debes de encontrar.
Oremos:
No importa cuanto cueste subir, yo quiero subir hasta tu monte alto, quiero encontrarme contigo, quiero estar en tu presencia divina, en el nombre de Jesucristo. Amén.
¿Cuál es el motivo de buscar reposo en la oración, el sentirnos descansados de los problemas, o el sentirnos en la presencia de Dios?
La respuesta son ambas, con la diferencia que muchas personas, solo buscan la primera opción, pero no se dan cuenta que al buscar reposar en Dios, él se encargará de darnos reposo de nuestros problemas (Hebreos 4:9-11).
La palabra hebrea taanug, se traduce como delicias, deleite, deleites, delicadeza, lujo, deleite exquisito. Y si deleitarse significa “producir un placer”, entonces es lo que todos deberíamos desear. En el deleite se encuentra la esencia del reposo que viene de Jesucristo, nosotros debemos poner de nuestra parte una búsqueda desesperada de Dios hasta encontrarlo, y una vez encontrado, inmediatamente viene el deleite que nos dará el descanso y no solamente eso, la recompensa va más allá, porque nos promete el placer de deleitarnos en Él y a cambio de esto, conceder las peticiones de cada corazón, que lo busca de verdad (Salmos 37:4, Jeremías 29:13).
Cuando nos encontramos en esa hermosa presencia de Dios, no nos queremos ir, esto sucede porque nos envuelve el Espíritu Santo, viniendo a nosotros palabras desde lo más profundo de nuestro corazón, para exaltar y alabar el nombre de Dios (Juan 4:23-24). Ahí podemos también escuchar la voz de Dios.
Para entrar en el reposo de todo, tenemos que aprender a deleitarnos en la presencia de Dios cada día.
Oremos:
Señor, solo te puedo decir aquí estoy, entregado a ti, toma todo mi ser, límpiame, cautívame, porque quiero entrar por tus atrios hasta encontrarte y nunca separarme de ti. ¿A dónde podré ir de tu Espíritu y adónde podré huir de tu presencia? Estoy maravillado de tu habitación, de tu lugar santo, por eso me postro ante ti, porque sé que sabes que eres mi deleite y mi corazón rebosa de amor por ti. Amén.
Publicación completa: Desde su PC, puede pasar cada hoja como un libro o revista de forma interactiva, también puede visualizarla en su celular o tableta, en el siguiente link: TEMA: MI HABITAR, LECTURAS 1-4 A continuación la lectura 1 de 4. LECTURA 1 Cuando
el Salmista David, compara
su
sed de Dios, como la de un ciervo, en Salmos 42:1-2, no es una comparación tan a la ligera;
este animal
es muy astuto y muy ágil, en su habitad “las montañas”, tiene que convivir con
muchos de sus depredadores. Pero cuando llega el verano, el ciervo tiene que
enfrentarse a su mayor problema, “su sudor”, y el olor que despide lo delata ante sus
depredadores, por tal razón tiene que encontrar desesperadamente un río donde
bañarse y estar limpio de su sudor y olor.
¡Como
tiene sentido ahora esta palabra!
Nuestra
relación
con Dios es nuestro habitar, su palabra nos dice que Jesucristo es la fuente de
agua viva. En Juan 4:14 dice: “Más el que bebiere del agua que yo le daré,
no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de
agua que salte para vida eterna”. Esa agua gratuita la obtuvimos por su sangre
preciosa derramada por cada uno de nosotros, de tal manera que nos dice en
Isaías 55:1 “A todos los sedientos:
Venid a las aguas” y en Apocalipsis
22:17b
“y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”.
Basta
con
una decisión de llegar a
la fuente
de vida eterna.
Muchas
veces, podemos sentir que estamos en desiertos, y no encontramos esa fuente
de agua que
nos llena de vida,
solo basta que nos refugiemos en Dios y como el ciervo bramemos,
porque
él ha prometido no
desampararnos. Isaías
41-17-18 nos confirma lo siguiente: “Los afligidos y menesterosos buscan las
aguas, y no las hay; seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios
de Israel no los desampararé. En las alturas abriré ríos y fuentes en medio de
los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en
la tierra seca.
Como nuestro
cuerpo necesita de agua día a día para sobrevivir y mantenernos saludables, ya
que estamos compuestos por un 60% de líquidos, así nuestro
ser espiritual necesita de esa fuente inagotable de agua para vida eterna. Juan
7:37b-38 “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice
la Escritura, de su interior correrán ríos de agua vida.
Ministerio de Enseñanza
CCJP
Oremos: Señor, me humillo ante ti porque quiero ser uno contigo, te pido que me acerques cada día a tu presencia, en el nombre de Jesucristo. Amén.
¿Sabías que según la biblia, verdaderamente existe el cielo y el infierno?
Hay muchos caminos para ir al infierno, se llaman pecados, pero afortunadamente hay un único camino para ir al cielo y tiene un nombre: JESÚS.
Cuando de corazón te arrepientes y confiesas a Jesucristo como tu Señor y Salvador, tu vida toma un giro aquí en la tierra, que te preparará para estar con Él en la eternidad, ya no serás el mismo, porque Jesús tu Salvador romperá toda cadena de pecado, de ataduras, de enfermedades, etc.
Solamente voluntariamente síguelo, lee la Biblia y busca una iglesia con sana doctrina para que conozcas el amor de DIOS y puedas ser guiado correctamente por el ESPÍRITU SANTO y así garantizar tu alma en el cielo.
Existen ocasiones, ya sean por dolor o por amor, en que buscamos la presencia de Dios. Un corazón que carga mucho dolor o angustia también puede ocasionar una puerta para entrar en la presencia del Espíritu Santo, siempre y cuando pongamos nuestra esperanza en Él.
Es tal el poder de Dios, que nos recibe como cuando un niño está buscando con lágrimas en los ojos a su padre, para sentirse protegido en sus brazos llenos de amor. Nuestro Padre Celestial es lo que hace, Él extiende sus brazos para hacernos sentir amados y seguros.
Este es un buen momento para leer Salmos 91, si asimilamos con entendimiento divino lo que Dios nos quiere decir, nos daremos cuenta que al entrar en esa presencia divina estaremos abrigados con su "Gloria Majestuosa", en ese lugar nuestro mundo comienza a cambiar, nuestras lágrimas de dolor, se convierten en lágrimas de amor.
A puerta cerrada es lo indicado, porque se afinan nuestros sentidos espirituales. Las personas que hemos sentido su maravillosa presencia, no tenemos palabras para describir como es esa experiencia, puesto que es algo tan íntimo y personal lo que vivimos (Mateo 6:6).
Él nos espera al encuentro, no importa con que condición nos acerquemos, si con dolor o angustia, lleguemos a Él confiadamente, porque un corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia (Salmos 51:17). Disfrutar nuestro momento de intimidad con Dios, es tan vital para nuestra vida como el respirar, ahí en ese lugar Dios nos llena de gozo, ahí en ese lugar es nuestro habitar.
Oremos:
Padre, no tengo palabras para agradecerte por tanto amor, yo hoy te entrego todo lo que soy, con mis defectos y virtudes, perdona si me he contaminado con un corazón endurecido, resentido, perdona si ha llegado la indiferencia a mi, si el pecado ha estado por delante, por favor cambia mi condición y sumergeme en tu amor, manda a tu Santo Espíritu para que me ayude a entrar por tus puertas con acción de gracias, quiero estar en tu presencia. Esto te lo pido en el Nombre de Jesucristo quien es el verdadero camino. Amén.
La
presencia de Dios debe ser el lugar más deseado para el creyente, en este lugar suceden cosas que no las
podremos entender si no las experimentamos personalmente, aunque nos las cuenten.
Las aguas del Espíritu, llegan a medida que nos sumerjamos en su presencia y cada vez que lo busquemos desesperadamente, recibiremos de ellas. Muchos
pueden pensar que la presencia de Dios se encuentra en la iglesia y claro que lo está, siempre y
cuando el Espíritu de Dios se mueva con libertad, desde la alabanza, danza,
hasta la predicación y ministración.
Verdaderamente
cuando Jesucristo entregó su vida en la cruz el velo del templo se rasgó, desde
ese momento todo creyente que confiesa que Jesucristo es su único Señor, puede entrar ante su presencia,
pero si no hay sed esto no podrá suceder.
Dios
siempre ha estado interesado en cautivar nuestro espíritu para acercarnos a Él,
pero muchas veces por los afanes de la vida, el enfriamiento o por el pecado, no nos dejamos
cautivar. Incluso, decimos tener hambre y sed de Dios pero solamente acercándonos a Su presencia sabremos cuánto más queremos de
Él, si hay una verdadera, sed no estaremos satisfechos hasta que Dios nos llene.
Si realmente tenemos hambre y sed del Señor, debemos permitir en nuestro interior su presencia cada
día (Isaías 55:1-3).
No
lo dejemos en la iglesia junto al púlpito cada domingo, Él quiere acompañarnos a donde vayamos, Él quiere ser
nuestro habitar. Oremos: Padre, ayúdame a ser como el ciervo que clama por las corrientes de aguas, perdona todo pecado, todo resentimiento, indiferencia, los afanes de la vida, por favor cautívame cada día por tu presencia, es ahí donde quiero estar, manda a tu Santo Espíritu para ahí habitar. En el nombre de Jesucristo, amén.